Destierro,
carne descompuesta
en
sílabas y versos.
Por
supuesto, endebles, inextricables,
enfermizos
e inconsecuentes.
Y
la luna cayéndose a pedazos,
y
las lágrimas que lubrican el proceso.
Después,
se queja el silencio.
Se
tuerce entre tus sábanas aullando.
Y
le prestas tu hombro para que llore,
esperando
ansioso que por fin se calle.
En
este punto es fácil seguir.
Es
como andar en bicicleta.
Sangras
y sangras por la pluma
tinta
a borbotones
Te
borras, te rayas, te tachas,
te
corriges, te arrugas, te desechas.
Y
las paredes se vuelven muy delgadas
se
vuelven culpables directas.
Y
los puños buscan acusados,
se
quiebran a la par con los espectros.
Si
no has mojado el panorama,
entonces
falta todavía la ignominia
Embajador
en tu propia trinchera,
cierras
la boca con las moscas dentro.
Añoras
el metal del tubo en tu sien
y
la corbata de soga, que te quedará bien.
Te
comiste ya tu propia sal a sorbos,
y
tus entrañas son una masa que se parece a ti.
Empiezas
ayer muchos días, pensando siempre
que
mañana va ha estar aquí, sin este horrible hoy.
Sólo
entonces te deja y se va,
el
Spleen marcha a buscarte en otros cuerpos.
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