domingo, 9 de junio de 2013

Suburbio


Flor de luna,
me sacaste un ojo
con tu soberbia impunidad.
Llovió esa noche,
no amanece,
no refresca.
Seguimos aquí sentados,
nulos,
con la sequía en el alma,
con las garras curvas
y con las siluetas desdibujadas.

Esperamos con ansias
la redención
de mis (tus) culpas.


El reloj camina cojo…

Para toda la vida


 
A Elisa, cuyo dolor fue mitigado con palabras.

En una palabra: Lacerante. Como si un dolor de muelas estuviera recorriéndome la piel por el camino más inapropiado. Dolía, y el dolor buscado es poco gratificante, como todos los dolores buscados por uno. Empecé a pensar que las líneas que estaban siendo grabadas en mí, lastimaban profundamente mi alma y mis pensamientos. Era difícil distinguir entre bastantes contraposiciones analógicas (¡au! Esta cuestión fastidia de verdad): por ejemplo: desde el clásico ¿fue buena idea venir a que me hagan daño, y encima pagar por ello?; hasta ¿las paredes eran blancas? ó ¿es la sacudida permanente y tortuosa la que decoloró los muros amarillos ante mis ojos?
Me duele verte en esa posición, en ese estado. Pero confío en que solo será por unos minutos más, ya va a pasar, no te preocupes. ¿Qué tan largo podría ser? Después de todo, en mí solo se tardó una hora, ¡y vaya que en mí caso sí podía haberse tomado la mañana entera! Pero ya no llores, basta de lloriqueos que no te han obligado a nada. Sé fuerte; para otras cosas no te has quejado tanto, ¡y vaya que deberías haberlo hecho! (me pregunto si sabes de cosas que realmente duelen, y concluyo que sí, sin consultar con nadie) Ya casi ¿verdad? Ya ves, solo está terminando de sombrear.
El lugar se veía bastante bien, pulcritud y orden son dos buenas palabras para describir el lugar. Hay que reconocer que estos detalles saben ser buenos dispensadores de confianza a la hora de que el cliente elija el “donde”. Otros sitios, en cambio, llenos de esculturas tétricas u obscenas, afiches con figuras semidesnudas que mezclan perfectamente lo sensual con lo grotesco, calaveras (o simulaciones de ellas), y no sé que más extraños cosos; acompañan a la “víctima” en su sensación de ambigüedad, de salto al vacío, de dar el paso que no le permitirá volverse jamás. El caso es que, habían unas tres personas en esta “oficina” (¿debería ser llamada así?). El dueño, sentado con las piernas entreabiertas, con el espinazo doblado y con la lengua que se asomaba entre sus labios; dejaba ver con claridad que se concentraba en su trabajo. La cliente, recostada sobre una camilla con la camiseta retorcida entre sus manos, con tan solo un diminuto sostén forrado con papel de cocina para cubrir sus intimidades superiores, se remordía las mejillas por dentro y se quejaba constantemente. Apretaba con fuerza la mano de su novio, quién no sabía qué posición tomar con tal de mitigar la angustia de su amada quien, como una moribunda sirena en una reseca playa, se quebraba con desesperación.
Entre el padecimiento y las reflexiones, sentí que distintas realidades se entremezclaban. Por favor, hazme conversa amor, cuéntame algo que te haya pasado, no, no, mejor invéntate una historia y dímela, o mejor conversemos, sí, (¡ayau! No puedo creer como se siente esto) sí, eso me va a hacer olvidar por un momento de lo que pasa, de esta realidad insoluble (¡aaaaaauuuuu! De todas formas siempre me cuentas historias, eres un bueno para eso). Verás, el otro día me contaron que un amigo se fue de viaje (espero que no te des cuenta de que lo estoy inventando todo, ¿o no?). Sí, y entonces le contaron que había por el norte un pueblo alucinante, digamos como un Macondo en potencia, jaja (ríete por favor, ríete. Espera, no, no te rías, que te mueves demasiado). Ya, ya, ya sigo, no necesitas apretarme la mano, o no tanto. Bueno, el caso es que todas las leyendas que existen en los alrededores, se vuelven realidad en ese sitio ¿cachas? (pero que sandeces estoy diciendo). ¿Se vuelven realidad? Me parece un poco inverosímil pero (¡aaaaaaaagh!), pero cuéntame más, de verdad me interesa. ¿Está muy lejos de aquí? Creo que podríamos ir en bus ¿no? (¿Qué si está lejos?, que se yo. Bueno, entiendo que Manuel fue al norte, como a 12 horas de aquí…) A unas 20 horas, mi reina. ¡Vaya que está lejos! Sí, ya sigo, ya sigo, no te atolondres. Entonces me contó que un chico había llevado una fotografía de su actriz favorita, estaban en un tour y de pronto el muchacho desapareció, lo buscaron y lo buscaron, pero al final, creyeron que volvió al hotel. Pero uno de los compañeros que se retrasó dijo que lo vio salir, ¡fíjate!, con una chica rubia, bien buena, que era igualita a la de la foto (ja, con esta historia no va a querer ni aparecerse por esos lugares norteños). El chico no regreso pero dicen que uno de sus amigos recibió un correo electrónico de él, sí, en el que asegura que su sueño se volvió realidad. ¡Figúrate! (¡Ouch! ¿Por qué escogí las costillas?) ¡Increíble! Debo conocer ese lugar. ¿Pasó algo más? Es que estoy planeando otro viaje para el siguiente feriado, o sea, tú también puedes ir, si puedes… (¡Ay! Por favor que pare pronto…) (Necesito quitarle la idea de irse) No, no, verás, con este trabajito que nos hicieron, debemos quedarnos aquí siquiera unos dos mesitos ¿no? ¿Quince días? A bueno (¡mierda!). Pero verás, esta cosa, ya me acorde, este lugar es en la frontera de España y de Francia, ¿no te conté? Si el Manuel se fue de vacaciones a las “Europas”. Bueno, pero déjame terminar, verás, que otro grupo de señores llevaba unas copias de cuadros clásicos para un museo francés, o para una exposición no se qué. (¡Me duele! Habla más rápido o que termine esto ¡ya!) ¡Mi manito!, ya sigo, escucha. Entonces, una de las pinturas, “El Grito”, si, ya sabes ese del Munch, se había puesto a gritar en serio, y esos tipos del “American Gothic” del Grant Wood, se habían puesto a pelear entre ellos y habían matado a dos de los cargadores que iban en el camión que los llevaba. ¡Te imaginas! ¿Cómo que aún quieres ir? Si ya sé que vas a viajar a Europa después de la Universidad, sí, yo no tengo plata (como odio los malditos viajes, no, tus malditos viajes), ya sabes cómo es eso. Si, ya va terminando. (Casi no puedo respirar por el dolor, ¿o será la emoción de conocer un lugar tan fascinante?) Pero ya sabes que es mi sueño, los viajes son lo más importante (¡ayauuu!), pero si ya hemos conversado de esto papito, ¿por qué te afecta ahora? Son las cosas que pasan, no siempre se puede tener lo que se quiere (¡au!, buff), esto es la vida real. No, yo que te cuento estas cosas, era mejor de quedarme callado (está claro lo que más importa ¡y vaya que estás equivocada!). No, no, no soy nadie para retenerte, te has de largar sola, ¡ya sabes! (ya se yo que te vas a largar sola) (¡Ayayay!) Que sí, que esta es la vida real, pero la fantasía es mejor, porque allí las cosas que pasan te hacen alucinar, no te rompen el corazón. Pero que sensible estás, yo quería que no peleáramos por eso el poco tiempo que nos queda para estar juntos. ¿Dos minutos más amigo? Claro (¿qué son dos minutos más de penurias?). Pensé que tendríamos algo especial después de esto, con lo caro que nos costó (¡y vaya que fue caro!). Un tatuaje es para toda la vida nena, ¡para toda la puta vida! (¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!)Me siento atada, no puedes hacerme eso, no te estoy atando, solo tienes que pensar en mí, y tú en mí (¡que dolor! ¡Mi mano!) No puedo más con esto (ni con nada) Realmente me quiero ir de aquí, que ya terminó amigo, sí, sí, disculpe el show, sí. ¿Espejo? Gracias, necesito ver lo que acabó de hacerme. Mírate, mírate, y ojalá que te acuerdes de mí el resto de la vida, cada vez que lo veas. Nos tatuamos nuestros animales, nuestras identificaciones, nuestra historia narrada en dos pedazos de tinta adherida a la piel. Mirémonos, comparémonos…
Él la mosca, ella el fénix. Ambos maravillados. Pero la inconformidad puede más que la estabilidad en muchas historias, y así mismo, el dolor agudo puede trascender y convertirse en una reflexión incesante. Y en este salón de tatuajes, había un poco de todo. La mosca y el fénix, dos grabados perfectos, tan bellos que parecían reales. Pero el fénix no se sentía lo suficientemente canónico, era un reflejo invariable de su propia realidad. Entonces, cuando ya no pudo más, decidió volar hacia otras tierras, pero, como sabemos, un tatuaje es para toda la vida, y al no poder separarse de su atadura terrenal, ella tuvo que acompañar al ave en su vuelo eterno.

En otro lado, aún zumba la mosca.

Cosmético


La incansable necesidad
de hacernos daño repentinamente,
solo avizora la inclemencia
con la que los orígenes vespertinos
de nuestra consciencia
nos alejaron de la verdad.

Somos lo que decidimos.
Punto.

Caminamos fuera del triángulo,
juntos nos largamos de todo,
así mismo, de la mano,
ahora caminamos en la brecha,
en esta zona primordial
que nos columpia.

Este caldo de cultivo,
seco como la noche,
nos abandona frente a los demonios.
Así también,
Frente al gendarme
que nos cerró la puerta,
que nos negó la oportunidad
de ser

uno con la sonrisa

Aqueronte

 Destierro, carne descompuesta
en sílabas y versos.

Por supuesto, endebles, inextricables,
enfermizos e inconsecuentes.
Y la luna cayéndose a pedazos,
y las lágrimas que lubrican el proceso.

Después, se queja el silencio.
Se tuerce entre tus sábanas aullando.
Y le prestas tu hombro para que llore,
esperando ansioso que por fin se calle.

En este punto es fácil seguir.
Es como andar en bicicleta.

Sangras y sangras por la pluma
tinta a borbotones
Te borras, te rayas, te tachas,
te corriges, te arrugas, te desechas.

Y las paredes se vuelven muy delgadas
se vuelven culpables directas.
Y los puños buscan acusados,
se quiebran a la par con los espectros.

Si no has mojado el panorama,
entonces falta todavía la ignominia

Embajador en tu propia trinchera,
cierras la boca con las moscas dentro.
Añoras el metal del tubo en tu sien
y la corbata de soga, que te quedará bien.

Te comiste ya tu propia sal a sorbos,
y tus entrañas son una masa que se parece a ti.
Empiezas ayer muchos días, pensando siempre
que mañana va ha estar aquí, sin este horrible hoy.

Sólo entonces te deja y se va,

el Spleen marcha a buscarte en otros cuerpos.

sábado, 8 de junio de 2013

El final del mito

Penélope espera, está sentada en su llanto, no parece, pero más que melancolía siente rabia. Impotente se recuesta, aún espera, aparca sus sueños frente al espejo, único testigo de su comparecencia. Ya no teje, porque esperar le ha tomado demasiado tiempo como para perderlo en trabajos banales. Tiempo atrás, se hartó de deshilar su hipocondría y para ahorrar sus lágrimas ya escondió los telares. Ahora está sentada nuevamente, la ira no la deja ni apenarse. Su medidor de desconsuelo ha dejado en su rostro cicatrices irregulares de aislamiento disoluto. Ahora abraza una almohada, sólo para ver si recuerda lo que es un abrazo, para asegurarse de que no ha olvidado como conjurar uno. Duda, aunque esté recostada otra vez. Sus manos se descuellan buscando un domesticador para su escarmiento. Encuentra el mismo libro viejo que aún la entretiene, el mismo libro que anteriormente fue otro, que fueron muchos. Viaja, aunque sus ojos tengan que navegar para llegar a las letras, pero sonríe, pues sus mares funcionan como un catalejo, y las ideas se adhieren con menos somnolencia. Sólo la ira la mantiene en vigilia, ya la desmoralización y la desesperanza no afectan desde la profundidad de la lesión. En el espejo, algo cambia. Desaparecen los fantasmas de la conformidad. Nace en su pequeña cabeza un concepto desatinado, una pequeña semilla que se aferra en lo más áspero de su afectado hipotálamo, y que palpita, retumba,  resuena: ¡pum! ¡pum! ¡pum! No ha parado, pero ella sí. Ya no espera. Camina por primera vez desde que el suspenso se llevó también sus pasos. El libro fue consumido. Punto. No aparece más, es miembro de su reciente aspiración de cambio, de sus ínfulas odisiacas fundacionales. Ya no es ella, ya no es él. Soy yo, eres tú, y podría ser cualquiera, ya no importa, nunca lo hizo. Sale de casa. Respira. Grita:

- ¡No esperaré más, puesto que los libros son peligrosos! -


Se marcha. Vive.