A Elisa, cuyo dolor fue mitigado con palabras.
En una palabra:
Lacerante. Como si un dolor de muelas estuviera recorriéndome la piel por el
camino más inapropiado. Dolía, y el dolor buscado es poco gratificante, como
todos los dolores buscados por uno. Empecé a pensar que las líneas que estaban
siendo grabadas en mí, lastimaban profundamente mi alma y mis pensamientos. Era
difícil distinguir entre bastantes contraposiciones analógicas (¡au! Esta
cuestión fastidia de verdad): por ejemplo: desde el clásico ¿fue buena idea
venir a que me hagan daño, y encima pagar por ello?; hasta ¿las paredes eran
blancas? ó ¿es la sacudida permanente y tortuosa la que decoloró los muros
amarillos ante mis ojos?
Me duele verte en
esa posición, en ese estado. Pero confío en que solo será por unos minutos más,
ya va a pasar, no te preocupes. ¿Qué tan largo podría ser? Después de todo, en
mí solo se tardó una hora, ¡y vaya que en mí caso sí podía haberse tomado la
mañana entera! Pero ya no llores, basta de lloriqueos que no te han obligado a
nada. Sé fuerte; para otras cosas no te has quejado tanto, ¡y vaya que deberías
haberlo hecho! (me pregunto si sabes de cosas que realmente duelen, y concluyo
que sí, sin consultar con nadie) Ya casi ¿verdad? Ya ves, solo está terminando
de sombrear.
El lugar se veía
bastante bien, pulcritud y orden son dos buenas palabras para describir el
lugar. Hay que reconocer que estos detalles saben ser buenos dispensadores de
confianza a la hora de que el cliente elija el “donde”. Otros sitios, en
cambio, llenos de esculturas tétricas u obscenas, afiches con figuras
semidesnudas que mezclan perfectamente lo sensual con lo grotesco, calaveras (o
simulaciones de ellas), y no sé que más extraños cosos; acompañan a la
“víctima” en su sensación de ambigüedad, de salto al vacío, de dar el paso que
no le permitirá volverse jamás. El caso es que, habían unas tres personas en
esta “oficina” (¿debería ser llamada así?). El dueño, sentado con las piernas
entreabiertas, con el espinazo doblado y con la lengua que se asomaba entre sus
labios; dejaba ver con claridad que se concentraba en su trabajo. La cliente,
recostada sobre una camilla con la camiseta retorcida entre sus manos, con tan
solo un diminuto sostén forrado con papel de cocina para cubrir sus intimidades
superiores, se remordía las mejillas por dentro y se quejaba constantemente.
Apretaba con fuerza la mano de su novio, quién no sabía qué posición tomar con
tal de mitigar la angustia de su amada quien, como una moribunda sirena en una
reseca playa, se quebraba con desesperación.
Entre el
padecimiento y las reflexiones, sentí que distintas realidades se
entremezclaban. Por favor, hazme conversa amor, cuéntame algo que te haya
pasado, no, no, mejor invéntate una historia y dímela, o mejor conversemos, sí,
(¡ayau! No puedo creer como se siente esto) sí, eso me va a hacer olvidar por
un momento de lo que pasa, de esta realidad insoluble (¡aaaaaauuuuu! De todas
formas siempre me cuentas historias, eres un bueno para eso). Verás, el otro
día me contaron que un amigo se fue de viaje (espero que no te des cuenta de
que lo estoy inventando todo, ¿o no?). Sí, y entonces le contaron que había por
el norte un pueblo alucinante, digamos como un Macondo en potencia, jaja (ríete
por favor, ríete. Espera, no, no te rías, que te mueves demasiado). Ya, ya, ya
sigo, no necesitas apretarme la mano, o no tanto. Bueno, el caso es que todas
las leyendas que existen en los alrededores, se vuelven realidad en ese sitio
¿cachas? (pero que sandeces estoy diciendo). ¿Se vuelven realidad? Me parece un
poco inverosímil pero (¡aaaaaaaagh!), pero cuéntame más, de verdad me interesa.
¿Está muy lejos de aquí? Creo que podríamos ir en bus ¿no? (¿Qué si está
lejos?, que se yo. Bueno, entiendo que Manuel fue al norte, como a 12 horas de
aquí…) A unas 20 horas, mi reina. ¡Vaya que está lejos! Sí, ya sigo, ya sigo,
no te atolondres. Entonces me contó que un chico había llevado una fotografía
de su actriz favorita, estaban en un tour y de pronto el muchacho desapareció,
lo buscaron y lo buscaron, pero al final, creyeron que volvió al hotel. Pero
uno de los compañeros que se retrasó dijo que lo vio salir, ¡fíjate!, con una
chica rubia, bien buena, que era igualita a la de la foto (ja, con esta
historia no va a querer ni aparecerse por esos lugares norteños). El chico no
regreso pero dicen que uno de sus amigos recibió un correo electrónico de él,
sí, en el que asegura que su sueño se volvió realidad. ¡Figúrate! (¡Ouch! ¿Por
qué escogí las costillas?) ¡Increíble! Debo conocer ese lugar. ¿Pasó algo más?
Es que estoy planeando otro viaje para el siguiente feriado, o sea, tú también
puedes ir, si puedes… (¡Ay! Por favor que pare pronto…) (Necesito quitarle la
idea de irse) No, no, verás, con este trabajito que nos hicieron, debemos
quedarnos aquí siquiera unos dos mesitos ¿no? ¿Quince días? A bueno (¡mierda!).
Pero verás, esta cosa, ya me acorde, este lugar es en la frontera de España y
de Francia, ¿no te conté? Si el Manuel se fue de vacaciones a las “Europas”.
Bueno, pero déjame terminar, verás, que otro grupo de señores llevaba unas
copias de cuadros clásicos para un museo francés, o para una exposición no se
qué. (¡Me duele! Habla más rápido o que termine esto ¡ya!) ¡Mi manito!, ya
sigo, escucha. Entonces, una de las pinturas, “El Grito”, si, ya sabes ese del
Munch, se había puesto a gritar en serio, y esos tipos del “American Gothic”
del Grant Wood, se habían puesto a pelear entre ellos y habían matado a dos de
los cargadores que iban en el camión que los llevaba. ¡Te imaginas! ¿Cómo que aún
quieres ir? Si ya sé que vas a viajar a Europa después de la Universidad, sí,
yo no tengo plata (como odio los malditos viajes, no, tus malditos viajes), ya
sabes cómo es eso. Si, ya va terminando. (Casi no puedo respirar por el dolor,
¿o será la emoción de conocer un lugar tan fascinante?) Pero ya sabes que es mi
sueño, los viajes son lo más importante (¡ayauuu!), pero si ya hemos conversado
de esto papito, ¿por qué te afecta ahora? Son las cosas que pasan, no siempre
se puede tener lo que se quiere (¡au!, buff), esto es la vida real. No, yo que
te cuento estas cosas, era mejor de quedarme callado (está claro lo que más
importa ¡y vaya que estás equivocada!). No, no, no soy nadie para retenerte, te
has de largar sola, ¡ya sabes! (ya se yo que te vas a largar sola) (¡Ayayay!)
Que sí, que esta es la vida real, pero la fantasía es mejor, porque allí las
cosas que pasan te hacen alucinar, no te rompen el corazón. Pero que sensible
estás, yo quería que no peleáramos por eso el poco tiempo que nos queda para estar
juntos. ¿Dos minutos más amigo? Claro (¿qué son dos minutos más de penurias?). Pensé
que tendríamos algo especial después de esto, con lo caro que nos costó (¡y
vaya que fue caro!). Un tatuaje es para toda la vida nena, ¡para toda la puta
vida! (¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!)Me siento atada, no puedes hacerme eso, no te
estoy atando, solo tienes que pensar en mí, y tú en mí (¡que dolor! ¡Mi mano!)
No puedo más con esto (ni con nada) Realmente me quiero ir de aquí, que ya
terminó amigo, sí, sí, disculpe el show, sí. ¿Espejo? Gracias, necesito ver lo
que acabó de hacerme. Mírate, mírate, y ojalá que te acuerdes de mí el resto de
la vida, cada vez que lo veas. Nos tatuamos nuestros animales, nuestras
identificaciones, nuestra historia narrada en dos pedazos de tinta adherida a
la piel. Mirémonos, comparémonos…
Él la mosca, ella
el fénix. Ambos maravillados. Pero la inconformidad puede más que la
estabilidad en muchas historias, y así mismo, el dolor agudo puede trascender y
convertirse en una reflexión incesante. Y en este salón de tatuajes, había un
poco de todo. La mosca y el fénix, dos grabados perfectos, tan bellos que
parecían reales. Pero el fénix no se sentía lo suficientemente canónico, era un
reflejo invariable de su propia realidad. Entonces, cuando ya no pudo más,
decidió volar hacia otras tierras, pero, como sabemos, un tatuaje es para toda
la vida, y al no poder separarse de su atadura terrenal, ella tuvo que
acompañar al ave en su vuelo eterno.
En otro lado, aún
zumba la mosca.